Cuentan las crónicas que hace tiempo se acordó celebrar anualmente una competición entre los empleados de dos multinacionales, una japonesa y una española. El reto consistía en una carrera de traineras (como las de Oxford y Cambridge), con personal de cada una de las empresas.
El primer año, los japoneses prepararon una embarcación compuesta por un jefe de equipo y 9 remeros, mientras que los españoles dispusieron 9 jefes de equipo y un remero. Después de una "disputada" carrera, Japón gano con 6 horas de ventaja. La Dirección de la empresa española prometió tomar medidas para que no se repitiera semejante resultado.
Al año siguiente, el barco japonés volvió a tener un jefe de equipo y 9 remeros, mientras que el español se formó con cinco jefes de equipo, dos directores técnicos, un vicepresidente ejecutivo, un jefe de personal y el único remero del año anterior. El resultado esta vez fue la victoria japonesa por 11 horas de diferencia.
El Consejo de Administración de la multinacional española se reunió en la planta noble del edificio, con un único punto en el orden del día: cómo ganar a los japoneses el año siguiente. Tras muchas horas de arduas discusiones, se acuerda pasar el tema al Departamento de Investigación y Desarrollo, quien se responsabilizaría de los resultados.
Después de 12 meses de intenso trabajo desarrollando un complejo proyecto, llegó el día de la carrera. De nuevo los japoneses hicieron su equipo tradicional, con un jefe y 9 remeros, pero esta vez los españoles presentaron una embarcación revolucionaria: un jefe de equipo, un director de recursos humanos, dos jefes de proyecto, un auditor externo, un asesor de imagen y tres guardias de seguridad que no quitaban ojo al único remero de siempre, al que se le había suprimido el plus de productividad y los tickets restaurante.
La victoria japonesa fue por 18 horas de ventaja.
Ante tamaño desastre la Dirección de la empresa española tomó medidas drásticas: reestructurar el Departamento de I+D, redefinir a la baja la asignación de los complementos variables y por supuesto: despedir sin derecho a indemnización al remero causante de los continuos ridículos, por su nula implicación con la política y objetivos de la organización.
(Ya no hubo más carreras. El remero despedido fue inmediatamente contratado por la multinacional japonesa. Los directivos españoles se subieron el sueldo un 40 %, pero congelaron, por la crisis del sector, los del resto de trabajadores. Y el Departamento de I+D pasó a llamarse Departamento de I+D+I. En fin .... ).
Fuente: Desconocida (Pero no es mío)
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